O como diríamos en Canarias,
¡vamos proa al marisco!.
Y es que, esa concepción según la cuál es responsabilidad del Estado conseguir el pleno empleo al tiempo que un sistema de seguridad social que cubra, entre otras, las necesidades básicas de sanidad y educación para todos, parece más difícil de cumplir cada día. Así, paradójicamente, mientras en E.E.U.U. parecen ir dando pasos en este sentido después de la aparición de Obama (entiéndase su recién iniciado camino hacia un sistema sanitario público), en Europa (y especialmente en España), mantener los tradicionales altos niveles de servicios públicos parece, cada vez más, una "misión imposible". Es decir, los americanos aumentan su "Estado de bienestar" mientras los europeos lo reducen.
Y la pregunta es, dada la actual crisis económica y particularmente el creciente endeudamiento del Estado,: ¿Podrá España garantizar que su sistema sanitario, de pensiones, su oferta educativa, sus infraestructuras o su capacidad de renovar a la población (somos de los países más envejecidos del planeta) pervivirán tras el derrumbe de un modelo económico fracasado?.
La cuestión es que el Estado, después de tener que acudir al rescate del sistema financiero con grandes sumas de dinero, ha visto como sus cuentas se han desequilibrado de manera que, como dijo recientemente el sociólogo americano Norman Birnbaum, "una crisis que puso en duda el futuro del capitalismo acabará por poner en duda el futuro del Estado".
Por todo ello, también parece oportuno recordar aquella frase de Charles Dickens que dice: "la diferencia entre la felicidad y la miseria reside en no gastar sistemáticamente más de lo que uno ingresa". Seguro que muchas familias españolas entienden lo que dijo, hace ya muchos años, allá por el siglo XIX, el novelista ingles autor de "Oliver Twist", ¿o no?